Buscar
responsables a todo momento se volvió una costumbre en el fútbol argentino. El
exitismo, el desespero por ganar a toda costa, los medios, llevaron a dicho
hábito, el de preguntar a cada instante ¿quién es el responsable de todo esto?,
queriendo centrar siempre la carga sobre un solo factor. Que la responsabilidad
es de los jugadores, que es de los técnicos, que los dirigentes se tienen que
ir todos.
En esa
delegación constante de responsabilidades, el actor que es más fácil de voltear
es el entrenador –otro hecho que se volvió costumbre, echar a los técnicos en
cada campeonato-. Difícil que la responsabilidad y las cuentas caigan sobre jugadores
y dirigentes, ya que en esos casos no se reúne todo en una sola persona. Y el
presente de Independiente lleva a delegar la responsabilidad total a su
técnico, Omar De Felippe. Hoy, Independiente está en puestos de ascenso pura y
exclusivamente por responsabilidad de De Felippe.
Estar en la
B Nacional para Independiente es algo difícil de comprender. Los viajes, las
canchas, los rivales, el desánimo, la indignación permanente son factores que
juegan continuamente. Sin embargo, De Felippe logró oponerse a esa serie de
factores que perjudicaban en el comienzo del campeonato a Independiente. Agarró
un equipo con el torneo comenzado, sin poder elegir sus refuerzos, con los
hinchas enardecidos por el presente que vivía el club, con los medios
focalizando el análisis en lo que pasaba en Independiente. Entre toda esa
situación, Omar De Felippe agarró al equipo, hundido en la tabla de posiciones.
Hoy, a una
rueda de haber agarrado el timón de un barco que no tenía destino alguno, De
Felippe no solo que enderezó el barco, sino que también lo hizo avanzar en un
mar abierto y con tormentas. Empezó a ganar, empezó a sumar y el año terminó
con Independiente en puestos de ascenso. Sí, ese equipo que no tenía un rumbo
claro, que no había ganado en las primeras fechas del campeonato, que se había
quedado sin técnico, ese equipo con la responsabilidad total de Omar De Felippe
estaba en puestos de ascenso.
Una
seguidilla de derrotas, pocos puntos sumados en las primeras fechas,
impaciencia desde los hinchas, los medios volviendo a focalizar el análisis en
lo que ocurre en Independiente y, por sobre todas las cosas, un trasfondo
político que opera desde los más oscuros anonimatos vuelven a tomar el hábito
de buscar responsables de lo que pasa en el club. Y algunos centran esa
responsabilidad en Omar De Felippe.
Omar De
Felippe es el capitán de un barco que por su responsabilidad no está completamente
en el fondo del mar, de un barco que el resto de los tripulantes no está a la
altura de la institución, por un lado tripulantes correspondientes a la
dirigencia que se encargaron de armar planteles de bajo nivel y alto costo en
dos años de gestión, y por otro lado tripulantes referidos a los futbolistas,
esos tripulantes que debe elegir De Felippe cada fin de semana y no tiene
ningún tipo de variantes. Porque no debe ser tarea para nada fácil la de Omar
De Felippe tener que armar cada siete días un equipo de once jugadores, en el
que si se te lesiona un jugador, atinas a ver al banco de suplentes y encontrás
más preguntas que certezas.
En esa
situación está hoy el barco que se llama Independiente. Naufragando en un mar
abierto que es la B Nacional, en el que la política está jugando constantemente
un papel principal por las elecciones. Un barco en el que el nivel futbolístico
está apunto de tocar fondo. Pero principalmente un barco que todavía respira
por sobre el agua y en puestos de ascenso pura y exclusivamente por la
responsabilidad de Omar De Felippe.