En la mesa del bar de los martes
se habla siempre de mundiales. No se esperan cuatro años para que la palabra
mundial se apodere de todos los debates. Una cerveza, dos cervezas, las que
sean necesarias. Todos los martes, en la misma mesa de siempre, se habla de
eso, de mundiales.
Ningún integrante de la mesa del
bar de los martes va a ir a Rusia. No pueden. Ellos juegan su propio mundial.
Todos los días lo juegan. Y de eso hablan los martes. Una cerveza. Otra. El
último en llegar fue Martín este martes, que venía de trabajar todo el día, que
había perdido el colectivo, que su sube estaba ya casi sin saldo y que, así y
todo, llegó al bar de los martes. Martín no jugó nunca un mundial. Ni cerca
estuvo. Pero ese día fue un campeón llegando a tomar una o dos cervezas.
Ariel es, tal vez, el más
futbolero. Para él, todo son mundiales. Es profesor de física y cada clase es
un mundial. Festeja incluso cuando le tocan cursos de exactamente 23
estudiantes. Llegó contento este martes Ariel. Tras varios intentos de explicar
varias leyes de la física, este martes logró lo que antes no podía. Aunque dijo
sin soberbias ni autobombos. ‘Me salvó Messi’, sentenció en la mesa del bar de
los martes. ‘Vieron que Messi desafía todas las leyes de la física. Bueno,
hicimos jugar a la física contra Messi. Obvio, ganó Messi’, confirmó Ariel.
Claro, también habían ganado él y sus estudiantes que entendieron todas las
leyes de la física y fueron unos campeones del mundo.
Héctor, como Ariel, se mide por
mundiales. Llegó este martes con una sonrisa más grande de la sonrisa de
siempre. Y había un motivo. La chica que conoció en el mundial de Alemania 2006,
esa misma chica que en Sudáfrica 2010 estaba tan lejos como ese mundial para
los propios sudafricanos, la misma chica que en el mundial de Brasil 2014 le
contó que vería los partidos de Argentina con una camiseta del ‘86 y él pensó
en Maradona, esa misma chica le dijo que sí a una invitación. Un mundial es eso
para Héctor, un motivo para sonreír. Y tiene la esperanza que éste sea su
mundial.
Claudio llegó antes que todos.
Necesitaba una, dos, tres cervezas. O más también. Venía de reprobar un examen de
historia en la universidad. Sin embargo, tenía claro que a veces en la vida,
como en los mundiales, se gana, otras se empata, pero muchas veces se pierde.
Lo fundamental es intentarlo. Y Claudio estaba convencido que había intentado
aprobar ese parcial. Tal vez ese no era su mundial. Tarde o temprano tendría
otra oportunidad.
En la mesa del bar de los martes
no son todos varones. Ni se necesitan ser sólo hombres para hablar de
mundiales. Daniela se sentó una vez en la mesa de los martes y nunca más faltó.
Este martes llegó de verde. No tuvo que aclarar el motivo de su vestimenta.
Para Daniela cada lucha por la igualdad de género es un mundial. Y junto con
muchas más como ella vienen ganando muchos mundiales durante los últimos años.
Tres, cuatro, cinco cervezas. La
mesa del bar de los martes estaba completa. Rusia está a la vuelta de la
esquina. O más lejos para estos integrantes. Pero lo van a jugar, como juegan
todos los días su mundial. No saben si lo van a ganar. Pero de algo están
seguros: lo van a intentar.