sábado, 25 de marzo de 2017

Reuniones



Podría haber sido cualquier día. Cualquier momento de calendario. Pero no. Se estableció que las reuniones en ese lugar se hacían todos los 25 de marzo. Abiertas para todos, las reuniones tenían integrantes de todos lados y de todas las edades. Y aunque sus participantes se juntaban también otros días al año, la reunión del 25 de marzo era la principal. No se podía faltar.

El fundador llegó al lugar el 25 de marzo de 1977 y dio comienzo a la primera reunión. Los juntó a todos los que estaban y se presentó. ‘Mi nombre es Rodolfo Walsh, periodista y militante. Nos reuniremos todos los 25 de marzo’, informó al resto de los presentes. En su mano llevaba un papel. Era un poema de alguien que meses más tarde se sumaría a las reuniones. Rodolfo pidió silencio y leyó:

‘A mi país se le han perdido muchos habitantes
Y dice que algún cuerpo de ejército los tiene
¿Yo señor?
Sí señor
No señor
¿Pues entonces quién los tiene?
La policía
¿Yo señor?
Sí señor
No señor
¿Pues entonces quién los tiene?’

Era el principio de ‘El gran bonete’, un poema del periodista desaparecido Roberto Santoro. Todos se preguntaron a la vez y al final del poema ‘¿Entonces quién los tiene?; ¿Entonces quién los tiene?; ¿Entonces quién los tiene?’.

Las reuniones año a año eran más concurridas. Rodolfo intuía entonces que la actualidad de su país no había cambiado y temía que el lugar en el que estaba no tuviese límite de capacidad. Seis años después de la primera reunión, Walsh contó cuántos integrantes eran hasta el momento. Lo dijo sin dudar. ‘Somos 30 mil’. Después de ese año, de 1983, el ingreso de participantes cesó notablemente. Rodolfo Walsh aseguraba que algo había cambiado y que nunca más volvería a suceder.

Aunque ya los motivos eran otros, con el correr de los años se sumaron más personas a la reunión de los 25 de marzo. Como aquella reunión de 2008 en la que un chico de dieciséis años se presentó. Los miles de concurrentes dolidos por ver en ese lugar alguien tan joven lo escucharon atentamente. ‘Mi nombre es Rodrigo. Siempre tenemos que tener una sonrisa en la cara. Y por más que me duela y nos duela que esté acá, riamos. Y riamos todos juntos, que en equipo todo es más gratificante’. El resto lo oyó y comenzaron inmediatamente a reírse. El joven Rodrigo contagiaba alegría en cualquier lado.

En otras ocasiones, las reuniones eran también reencuentros. El 25 de marzo de 2016 llegó cansado de tanto luchar el Negro Baltazar.  No necesitó presentación. Lo primero que hizo fue abrazarse con sus compañeros que no veía hace cuarenta años. El Negro ya casi no tenía fuerzas para caminar, pero no había perdido la memoria en todos estos años. Los recordaba a todos. Había luchado por ellos, por su memoria, por su verdad y por su justicia.

Este 25 de marzo de 2017 se va a llevar a cabo la cuadragésima reunión. Ya pasaron cuarenta años de aquel día en que Rodolfo Walsh llegó a ese lugar para juntarlos a todos. Ya pasaron nueve años de aquel 25 de marzo en el que Rodrigo llegó e hizo reír a todos. Ya pasó un año de aquellos abrazos del Negro Baltazar con sus compañeros de lucha. Están todos juntos, están bien.

lunes, 13 de marzo de 2017

No la soñó


Suena el despertador 4.30 de la mañana del sábado. El tipo se levanta, pasa a buscar a sus amigos, llega al lugar acordado para subir a la combi y parte con más de diez amigos rumbo a Olavarría. El tipo hace una semana venía pensando una crónica sobre lo que iba a vivir el sábado a la noche. El tipo pensaba en contar lo que caminaría, en narrar cómo fue el recital, en recordar cada instante con sus amigos. El tipo nunca tuvo en mente escribir lo que ahora escribe.

El tipo llegó cerca de las 2 de la tarde a Olavarría y seguía pensando ideas de cómo sería la crónica que venía soñando hace una semana. El tipo, como otros miles de tipos, se disponía a vivir y sentir un nuevo show del Indio Solari. El tipo junto a sus amigos comenzó la caminata rumbo al campo La Colmena bajo una lluvia que a mitad de camino cesó. Ingresó al predio alrededor de las 7 de la tarde, lo palparon y le cortaron la entrada. El tipo horas más tarde leería y escucharía que en algunos casos eso no sucedió.  

Pasaron tres horas, las luces se apagaron, se encendieron los miles y miles de celulares, la imagen de todo el predio iluminado por los aparatos se replicaba en las pantallas y el Indio con campera y gorra roja salió al escenario para abrir con el tema ‘Barba azul’. El tipo seguía pensando en su crónica, pero no sabía que eso no sería relevante. Ni ‘Porco Rex’ que siguió ni ‘Ropa sucia’ que fue el último tema de lo que fue el recital. Lo que sucedió después de ese inicio fueron pausas, preguntas, dudas y más dudas. ‘Qué pasa ahí? Dónde está Defensa Civil?’ decía el Indio y se replicaba en las 15 torres de sonido. El tipo ya sabía que su crónica no sería lo que venía pensando hace una semana. El tipo hablaba con los que tenía alrededor y todos decían ‘algo pasó o tiene miedo que pase algo’. El tipo y los que estaban con él no sabían en ese momento lo que se enterarían horas más tarde. Ni se lo imaginaba.

Las pausas fueron bastantes. En cada una se escuchaba la voz del Indio, a veces hablando con el público, a veces hablando con gente del escenario. ‘Ya no estoy para esto. Y no vengan con banderazos’. El Indio ya daba mensajes que el tipo resignificaría más tarde. El tipo por momentos dejaba de pensar en su crónica, la cual ya no tenía eje ni sabía cómo sería.

El tipo volvió a pensar en su crónica cuando el Indio habló de las Abuelas de Plaza de Mayo. ‘Si tienen alrededor de 40 años y tienen dudas sobre su identidad, acérquense a Abuelas, ellas no se van a apropiar de ustedes’. Y luego un mensaje sobre la edad de punibilidad. ‘Es una locura lo que quieren hacer. El Estado debe ser social antes que penal’. Pero no, eso tampoco sería importante en la crónica. No lo sabía en ese instante el tipo.

Tampoco sabía que ya no importaba la lista de canciones. Que ‘Todo preso es político’, que ‘Nuestro amo juega al esclavo’, que nada más importaba. Ni el sorprendente final en el que después de ‘Ji Ji Ji’ sonó ‘Mi perro dinamita’. El tipo no lo sabía ni lo suponía. Intuía junto a sus amigos que el Indio estaba raro, que algo había pasado. Pero nunca imaginó lo peor.

El tipo salió caminando junto a sus amigos en esa marea de gente que salió por el mismo lugar por el que ingresó. El tipo no negó horas más tarde que la salida fue muy desorganizada. Caminó hasta la combi el tipo y ahí se terminó de encontrar con todos sus amigos. Las primeras palabras fueron de cómo vivió cada uno el recital, de las canciones, de cómo sintió cada uno al Indio. Hasta que llegó el primer mensaje a las 4 de la mañana. ‘Están bien? Hubo muertos en el show?’ Lo que empezó después de ese mensaje no tiene ninguna relación con la crónica que el tipo soñaba hace una semana.

Lo que vino después corresponde a lo que era sin duda el eje de la crónica que ahora debía escribir el tipo. Nada de lo que había pensado importaba. O tal vez sí, pero no ahora. El tipo se enteró que hubo dos muertos y eso había que escribirlo. El tipo leyó que algunos medios publicaron con total impunidad que hubo 7 o 10 muertos y eso también había que contarlo. El tipo siguió escuchando, viendo y leyendo cómo actuaban los medios y eso también había que narrarlo. El tipo leyó muchas horas más tarde que uno de los dos muertos se llamaba Juan Francisco Bulacio. Leyó que un medio escribió ‘la segunda víctima se llama Bulacio, como Walter Bulacio que murió en el recital de Los Redondos en Obras’. El tipo sabía que a Walter lo mató la policía. El tipo había cantado la noche del sábado que ‘violencia es mentir’.

El tipo leía y veía en diferentes medios que replicaban un comunicado del Indio Solari en el que expresaba que ‘los medios vendían pescado podrido’ y agregaban que el Indio no habló de los dos muertos. El tipo entró a las publicaciones y vio que hubo otra en la que confirmaba las dos muertes y su acompañamiento a la familia. Esa publicación el tipo no la leyó ni la vio en esos diferentes medios que se unieron en contra de quien los criticaba. El tipo entendió una vez más que el corporativismo de los medios de comunicación no discrimina líneas editoriales, en esa lucha están todos juntos.

El tipo siguió escuchando, siguió leyendo, siguió viendo. El tipo, muy lejos de aquel despertador del sábado a la madrugada, piensa que se deben buscar los responsables, que una vez más la ausencia del Estado es un jugador principal, que los empresarios sólo van en busca de la plata sin importar la gente, que los medios dan asco, que las Abuelas siguen buscando nietos, que tenemos que estar atentos cuando debatan sobre la edad de punibilidad, que el Estado debe ser social, otra vez volvió a pensar que los medios le dan cada día más asco. El tipo pensó ahora esta crónica, que no la había soñado nunca.   

miércoles, 8 de marzo de 2017

Superhéroes



‘Los superhéroes son todos hombres, no existen superhéroes mujeres’, le sentenció él a ella aquel 8 de marzo en los primeros días de clase. Con escasos nueve años, ella nunca había percatado ese detalle. O sí. Pero las imposiciones de la sociedad de aquel entonces y naturalidades de ciertas cuestiones le impedían reparar en ese mensaje: no había superhéroes mujeres. Él le enumeró tantísimos nombres de personajes. Ese 8 de marzo, en esa escuela, ella tuvo su primera gran pregunta: ¿Hay superhéroes mujeres?
Llegó a su casa y, sin decir hola ni contar cómo le fue en la escuela, le consultó a su madre sobre su gran interrogante. Su madre, contenta y sorprendida por la pregunta, le respondió: ‘la respuesta está siempre en la historia y en los libros, hija’. La hija, un poco indignada porque esperaba una respuesta concreta de parte de su madre, un poco curiosa por indagar sobre el tema, fue a donde le dijeron, fue a la historia y a los libros.

A veces los dibujos o las pinturas acercan a los más chicos a los libros. Y fue por ese rumbo en el que se sumergió ella. Fue ahí, en los libros y las pinturas, que conoció a Frida Kahlo, una pintora mexicana que supo sobrepasar las barreras que imponían las sociedades contra las mujeres. ‘Pies, ¿para qué los quiero si tengo alas pa’ volar?’, leyó. Frida, como esos superhéroes, volaba y hacía volar.

Pasaba hojas y hojas y ella empezaba a responderse su primer gran interrogante. Encontraba en cada línea una nueva superhéroe. Y pensaba también en lo poco reconocidas que eran las superhéroes mujeres. Encontró también que hubo una etapa en la Argentina en que Madres y Abuelas luchaban por encontrar a sus hijos y nietos secuestrados por la más oscuras de las dictaduras. Leyó que caminaban vueltas y vueltas sin cesar en Plaza de Mayo soñando encontrarlos. Leyó también que actualmente las Abuelas siguen luchando como superhéroes y ya van más de cien nietos recuperados.

También conoció a Rigoberta Menchú, una líder indígena de Guatemala y una gran luchadora por los Derechos Humanos. En 1992, Rigoberta recibió el Premio Nobel de la Paz, aunque ese premio no la convertía en mejor o peor militante. ‘Este mundo no va a cambiar a menos que estemos dispuestos a cambiar nosotros mismos’, decía Rigoberta, una verdadera superhéroe.

A la pequeña niña de escasos nueve años le gusta también el deporte. Acaso otro mundo sometido a las autoridades machistas mundiales. En su búsqueda se encontró con Nadia Comaneci, una gimnasta rumana. Leyó y después de leer lo vio cómo Nadia con catorce años iluminó los ojos de mujeres y hombres en los Juegos Olímpicos de 1976 logrando la puntuación perfecta en gimnasia. Los jueces, entre ellos seguramente hombres, no dudaron en la calificación. Habían visto una superhéroe.

Años más tarde descubrió en la literatura del escritor uruguayo Eduardo Galeano mucho más sobre las mujeres: ‘Ninguno, ninguno, ni el más macho de los supermachos tiene la valentía de confesar ‘la maté por miedo’, porque al fin y al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo’.

Este 8 de marzo ella con muchos más años que esos escasos nueve años recuerda aquella afirmación de su compañero de escuela: ‘no existen superhéroes mujeres’. Para ella no fue una afirmación, fue su primera gran pregunta. La respuesta, como siempre, estuvo y está en la historia y en los libros. Este 8 de marzo ella marcha junto a miles y miles de mujeres luchando por los derechos, por la igualdad y por una sociedad más justa. Ella, como miles de mujeres más, es una superhéroe.