domingo, 3 de septiembre de 2017

Un Huracán insoportablemente vivo



Sábado 29 de julio. Ya no había razón para la demora. Habían pasado diez años de la última vez en Buenos Aires.  Se terminaban finalmente los comunicados con inexplicables excusas que impedían su vuelta. Eran las 21.30 en punto en Huracán. Cuarenta mil personas empezaban a saltar con los primeros acordes. Nada nos detendrá se escucha. Era La Renga. En Buenos Aires. Al fin.

Era el primero de, hasta ese momento, cuatro recitales. La banda de Mataderos volvía a tocar en Buenos Aires después de diez años. Corazón fugitivo y Nómades abrían el show. “Vinimos a hablar de poder”, aseguró Chizzo. No dejes que se roben tu luz le decía a cada uno que estaba en Huracán. “Che, no se suban a los alambrados. No vaya a ser cosa que mañana vengan a romper las pelotas”, pidió por favor el cantante. “Creo que hoy las canciones hablaron por si solas”, sentenció con claridad nuevamente Chizzo. Y aunque venga el aguafiesta nos vamos a reír igual Ja! sonaba en todo Buenos Aires para que lo escuchen incluso los que no estaban adentro de la cancha. Treinta temas en el primer recital de La Renga. Ni un solo incidente antes, durante y después. Quedaba claro: no había razón para tanta demora.

Miércoles 2 de agosto. Sí, miércoles. Até con tripa mi corazón; sin más que eso salí a la cancha. Otra vez cuarenta mil corazones hacían explotar Huracán. Era La Renga. Sonaba Tripa y Corazón, y abría el segundo recital. La lista pensada eran 30 canciones nuevamente. En la número 19 figura “En el baldío”. Ya estaba por finalizar el tema cuando se apaga todo. Las luces, el sonido, todo. Pasaron minutos que parecieron años. Se encendieron algunas luces, sonaron algunos acordes. “Siempre hay un boludo que se lleva puesto un cable. Vamos de vuelta. Las garras de un terrible ser”. Chizzo volvía a hacer vibrar todo Buenos Aires.

Sábado 5 de agosto. Otra vez Huracán. Otra vez sábado. Otra vez sin incidentes antes, durante y después. Otra vez La Renga en Buenos Aires. En una selva de mentes viejas; habrá también que saber soñar; sobre una almohada de piedra. Era el tercer show. Era un sueño. La Renga hacía delirar miles de personas una vez más. Estaba insoportablemente vivo.

Miércoles 9 de agosto. Era el cuarto recital de La Renga en Huracán. Chizzo le avisaba a las cuarenta mil personas que iban a haber dos show más a fines de agosto. “Cuando venía para la cancha vi la Luna. No sé si alguno la vio. Yo la vi posada sobre los techos de Pompeya”, introducía el cantante. Todo Huracán iba a bailar a la nave del olvido.

Las cuatro pantallas ocupan casi toda la cabecera de la platea Mirave del estadio. Esta vez no aparecía cada integrante de la banda en una pantalla diferente. Este miércoles era la misma cara en las cuatro pantallas. Era la imagen de Santiago Maldonado. Ya habían pasado ocho días desde que estaba desparecido. “Que aparezca, por favor”, pidió Chizzo. Pobreza y dolor sólo trajo el progreso. No había dudas del pedido.

Llegaba un descanso. Terminaba la primera tanda. Una fiesta. Más de 150 mil personas habían dicho presente en Huracán. Era algo tan grande como el cielo y las montañas. Dejando atrás mil razones en el tiempo. Había más. Dos shows más para certificar que el rock and roll no morirá jamás.

Sábado 26 de agosto. Anteúltimo show. Era el bonus track. Habían pasado ya 25 días desde la desaparición de Santiago Maldonado. “¿Santiago dónde está, Santiago dónde está?” preguntaban cuarenta mil voces. Y alguien se encarga de encerrarte; y otro prepara el fin del mundo; y tan lejana queda la esencia; que sólo el hecho de encontrarte para mí; le da sentido a mi vida. La Renga y el viento que todo empuja. “Que aparezca Santiago”, pide Tete –bajista de la banda-. Un Huracán lleno de verdades y una sola pregunta.

Miércoles 30 de agosto. Pasó un mes del primer recital. Era turno del último. Escapando en la noche; voy a dejarlo todo atrás. Corazón fugitivo abría la sexta noche. “Tiempos complicados son los que estamos viviendo. Así que lo mejor es que estemos juntos”, da comienzo Chizzo a una histórica versión de A tu lado. Sentirte a mi lado me hará mucho mejor. Y siguió. Ojos que no ven, corazones que no sienten. Era ‘Cuando estes acá’. Era La Renga.

Pero fuera de Huracán seguía faltando alguien. Santiago Maldonado seguía y sigue desaparecido. Y La Renga continuó pidiendo lo mismo, que aparezca por favor. Subió al escenario el músico Rubén Patagonia y todo Huracán se volvió a preguntar: ¿Santiago dónde está, Santiago dónde está? ‘Lo frágil de la locura’ fue el himno que hizo emocionar una vez más a miles de personas. Las cuatro pantallas volvían a mostrar la cara de Santiago.

El final es donde partí. Sí, acá en Huracán hace un mes partía La Renga. Dejame ver, que hay para saborear esta vuelta. Pero esta vez el banquete estaba servido. Había Buseca y vino tinto. Esta noche Mirtha, te invito a morfar. “Ahora nos vamos a guardar un tiempo”, son las últimas palabras de Chizzo en Huracán. “Vamos a grabar un disco nuevo. Durante este mes quedó demostrado que se puede tocar en Buenos Aires sin ningún incidente. Así que ojalá podamos presentar el disco nuevo acá en Buenos Aires”. Fue La Renga en Huracán. Más de 200 mil personas. No había razón para tanta demora. 

jueves, 22 de junio de 2017

Una clase de 10



La primera vez que la profesora de literatura de séptimo año tuvo que dar clases un 22 de junio no entendía por qué los estudiantes no le prestaban su deseada atención. Una hora buscando y buscando diferentes enfoques para atrapar a sus alumnos en el tema que correspondía a esa clase: escritores latinoamericanos. Llegó la hora del recreo y observó el comportamiento de los chicos. No lograba entender en torno a qué giraba la distracción de ellos. Hasta que oyó fuerte y a lo lejos a uno de ellos relatar el segundo gol de Diego Maradona a los ingleses el 22 de junio de 1986 en el Mundial de México. La profesora sin dudar ya ideaba cómo encarar su segunda hora de clase.

Sonó nuevamente el timbre y el aula los reunió. La profesora de literatura de séptimo año sacó un ejemplar de “Los hijos de los días” del escritor uruguayo Eduardo Galeano. Buscó el día 13 de julio y leyó “El gol del siglo”. El 13 de julio de 2002, cuenta Galeano, el segundo gol de Maradona a los ingleses fue elegido el mejor gol del siglo XX. “Ésa fue la última imagen del mundo que vio Manuel Alba Olivares. Él tenía once años, y en ese mágico momento los ojos se le apagaron para siempre. Ha guardado el gol intacto en su memoria, y lo relata mejor que los mejores locutores. Desde entonces, para ver fútbol y otras cosas no tan importantes, Manuel pide prestados los ojos de sus amigos”. Los alumnos de aquel séptimo año leyeron las 365 páginas de “Los hijos de los días”.

La segunda vez que la profesora de literatura de séptimo año tuvo que dar clases un 22 de junio no recordaba esa primera vez que no conseguía contagiar la literatura latinoamericana en sus estudiantes. Esta segunda vez coincidió el 22 de junio con el tema escritores y dibujantes. Y aunque el humor de los dibujantes a veces facilita el aprendizaje, los chicos de ese séptimo año seguían desoyendo las enseñanzas de la profesora. Luego del recreo y luego de recordar aquel primer 22 de junio en el que Maradona y Galeano tiraron paredes en su aula para conocer a los escritores latinoamericanos, esta vez la profesora de séptimo hizo jugar a Roberto Fontanarrosa con Diego. En esta ocasión les leyó “Aquel gol a los ingleses” en el que en una parte el Negro Fontanarrosa sintetiza: “Y entonces, Diego, mientras cae sacudido por el trancazo postrer del último pirata, mientras imagina el rictus amargo de la Thatcher mirando la TV allá en su reino, le da a la pelota un empujón cordial con el empeine, bien rastrero, y le dice ‘metete allá’, entre las redes, antes de caer sintiendo el gusto verde del césped entre los labios. Y es cuando muchos, casi todos, digamos todos, pensamos que no se equivocó nunca, pero nunca jamás, a lo largo de toda la jugada”. Los chicos ese día fueron en busca de más y más cuentos del Negro Fontanarrosa.

La tercera vez que la profesora de literatura de séptimo año tuvo que dar clases un 22 de junio fue el jueves 22 de junio de 2012. En esta oportunidad, no esperó a que suene el timbre del recreo para entender qué era lo que estaba sucediendo. Los estudiantes seguían pensando como todos los 22 de junio en lo que dibujó Maradona para toda la eternidad en 1986 en el Estadio Azteca. A la media hora de clase, buscó rápidamente el cuento “Maradona si, Galtieri no” de Osvaldo Soriano. Solamente bastó leer el primer párrafo para que los chicos recuerden lo que habían estudiando el 2 de abril a 30 años de la Guerra de Malvinas y se interesen por más y más historias. “Cuando Diego Maradona saltó frente al arquero Shilton y le pasó la pelota con una mano por encima de la cabeza, el concejal Louis Clifton tuvo su primer desmayo en las Malvinas. El segundo, más prolongado, ocurrió cuando Diego dribleó a media docena de ingleses y consiguió el segundo gol de Argentina. Afuera un viento helado barría las desiertas calles e Port Stanley y las tropas británicas estaban en el cuartel oyendo, azoradas, cómo el pequeño diablo del Nápoli les arruinaba el festejo del cuarto aniversario de la reconquista de los que ellos llaman las Falkland”.

Este jueves 22 de junio de 2017 la profesora de séptimo año recordó mucho antes de sus alumnos que día era. Escribió en el pizarrón “Me van a tener que disculpar”. Y le leyó a sus estudiantes: “Así que señores, lo lamento. Pero no me jodan con que lo mida con la misma vara con la que se supone debo juzgar a los demás mortales. Porque yo le debo esos dos goles a Inglaterra. Y el único modo que tengo de agradecérselo es dejarlo en paz con sus cosas. Porque ya que el tiempo cometió la estupidez de seguir transcurriendo, ya que optó por acumular un montón de presentes vulgares encima de ese presente perfecto, al menos yo debo tener la honestidad de recordarlo para toda la vida. Yo conservo el deber de la memoria”. Y agregó: “Es un fragmento de ´Me van a tener que disculpar´, el cuento de Eduardo Sacheri. Hoy, chicos, la clase es sobre Maradona”. 

lunes, 8 de mayo de 2017

Literatura clásica



En la semana previa al clásico, en la mesa de los lunes se hablaba del clásico. Todo giraba alrededor del partido que se jugaría el siguiente domingo. Era el único lunes en el que tema no se negociaba por algún otro tema. Una mitad de Independiente y la otra de Racing llenaban de anécdotas, historias y partidos la mesa de los lunes.

Ese lunes, como todos los lunes que anteceden a un clásico, se habló de los clásicos entre Independiente y Racing. Ese lunes, Marcelo, integrante de la mitad de Racing, preguntó: “¿dónde se unen Racing e Independiente?”. Lo preguntó sin conocer una respuesta certera. Los otros, los de Independiente y también los de Racing, pensaron y debatieron ese lunes en torno a esa pregunta.

El primero fue Gustavo, de Independiente, quien hacía unos días se había emocionado con “El secreto de sus ojos”. “Eduardo Sacheri escribió el guión de la película ‘El secreto de sus ojos’. Una de sus escenas se lleva a cabo en la cancha de Huracán en medio de la hinchada de Racing y Sacheri es de Independiente”. Ese primer argumento era digno de un Oscar, pero no sería la respuesta final.

El segundo fue Alejandro, de Racing, que se había sumergido en los cuentos de Ariel Scher en ‘Deportivo Saer’. “En el cuento ‘Mi vecina y Pavlovsky’, Scher recuerda a Arsenio Erico, máximo goleador de Independiente y del fútbol argentino. Scher es de Racing y escribe como Erico hacía goles, un montón. Y cuando lean ‘Deportivo Saer’ disfruten de la tapa, hay un hincha de Independiente y la dibujó otro hincha del Rojo”. La unión que propuso Alejandro dejó entusiasmados a todos de lectura, pero esa tampoco sería la respuesta final.

Las uniones iban y venían entre la mitad de Racing y la mitad de Independiente. Tiraban paredes entre películas y libros, o sea entre Bochini y Rubén Paz o entre Milito y Milito. Pero nunca llegaban a una conclusión o una respuesta que sentencié dónde se unen Racing e Independiente. Hasta que entró él. Y es él porque nunca supieron su nombre ni lo volvieron a ver. Entró, escuchó lo que hablaban en la mesa de los lunes y se acercó. “Yo sé la respuesta”, le dijo a la mitad de Independiente y a la mitad de Racing. Todos lo miraron sorprendidos y sin emitir una palabra repreguntaron todos con la mirada cuál es entonces.

“¿Conocen a Roberto Santoro? Era periodista, poeta y militante. Recopiló diferentes textos de fútbol, cuentos, poemas, canciones, en lo que fue, tal vez, una de las primeras antologías sobre fútbol. La tituló ‘Literatura de la pelota’. Ahí, casi al principio, incluyó a Celedonio Flores, a Racing y a Independiente:
Y las fiestas del músculo…
y las fiestas Racing, Independiente y sus hinchadas
la gloriosa academia de otros tiempos
los rojos de sangre endemoniada.
Los Perinetti, Ochoa, Paternoster,
del Giudice, Stagnaro. Que pavada.
Y Seoane y Orsi y Ravaschino
y Lanín y… la flor de la patada”.

Todos miraban y escuchaban atentos a ese hombre que se sumó ese único día a la mesa de los lunes. Y el hombre siguió. “Santoro era hincha de Racing. En 1977, lo desapareció la más oscuras de las dictaduras. Sin embargo, no lograron desaparecer su obra. Vayan y busquen la reedición de Literatura de la pelota que hizo Lilian Garrido y en la tapa van a encontrar la respuesta a su pregunta”. El hombre no dijo más y se retiró de la mesa de los lunes. En su mano llevaba el libro “Los desaparecidos de Racing” de Julián Scher, recientemente publicado.

La mitad de los de Independiente y la mitad de los de Racing se siguen juntando todos los lunes. Y en la mesa de los lunes que antecede al clásico de Avellaneda, como ese día, solamente se habla del clásico. Solo que desde aquel día todos los integrantes de la mesa de los lunes llevan su propio ejemplar de ‘Literatura de la pelota’, porque ahí estaban todas las respuestas. 

sábado, 25 de marzo de 2017

Reuniones



Podría haber sido cualquier día. Cualquier momento de calendario. Pero no. Se estableció que las reuniones en ese lugar se hacían todos los 25 de marzo. Abiertas para todos, las reuniones tenían integrantes de todos lados y de todas las edades. Y aunque sus participantes se juntaban también otros días al año, la reunión del 25 de marzo era la principal. No se podía faltar.

El fundador llegó al lugar el 25 de marzo de 1977 y dio comienzo a la primera reunión. Los juntó a todos los que estaban y se presentó. ‘Mi nombre es Rodolfo Walsh, periodista y militante. Nos reuniremos todos los 25 de marzo’, informó al resto de los presentes. En su mano llevaba un papel. Era un poema de alguien que meses más tarde se sumaría a las reuniones. Rodolfo pidió silencio y leyó:

‘A mi país se le han perdido muchos habitantes
Y dice que algún cuerpo de ejército los tiene
¿Yo señor?
Sí señor
No señor
¿Pues entonces quién los tiene?
La policía
¿Yo señor?
Sí señor
No señor
¿Pues entonces quién los tiene?’

Era el principio de ‘El gran bonete’, un poema del periodista desaparecido Roberto Santoro. Todos se preguntaron a la vez y al final del poema ‘¿Entonces quién los tiene?; ¿Entonces quién los tiene?; ¿Entonces quién los tiene?’.

Las reuniones año a año eran más concurridas. Rodolfo intuía entonces que la actualidad de su país no había cambiado y temía que el lugar en el que estaba no tuviese límite de capacidad. Seis años después de la primera reunión, Walsh contó cuántos integrantes eran hasta el momento. Lo dijo sin dudar. ‘Somos 30 mil’. Después de ese año, de 1983, el ingreso de participantes cesó notablemente. Rodolfo Walsh aseguraba que algo había cambiado y que nunca más volvería a suceder.

Aunque ya los motivos eran otros, con el correr de los años se sumaron más personas a la reunión de los 25 de marzo. Como aquella reunión de 2008 en la que un chico de dieciséis años se presentó. Los miles de concurrentes dolidos por ver en ese lugar alguien tan joven lo escucharon atentamente. ‘Mi nombre es Rodrigo. Siempre tenemos que tener una sonrisa en la cara. Y por más que me duela y nos duela que esté acá, riamos. Y riamos todos juntos, que en equipo todo es más gratificante’. El resto lo oyó y comenzaron inmediatamente a reírse. El joven Rodrigo contagiaba alegría en cualquier lado.

En otras ocasiones, las reuniones eran también reencuentros. El 25 de marzo de 2016 llegó cansado de tanto luchar el Negro Baltazar.  No necesitó presentación. Lo primero que hizo fue abrazarse con sus compañeros que no veía hace cuarenta años. El Negro ya casi no tenía fuerzas para caminar, pero no había perdido la memoria en todos estos años. Los recordaba a todos. Había luchado por ellos, por su memoria, por su verdad y por su justicia.

Este 25 de marzo de 2017 se va a llevar a cabo la cuadragésima reunión. Ya pasaron cuarenta años de aquel día en que Rodolfo Walsh llegó a ese lugar para juntarlos a todos. Ya pasaron nueve años de aquel 25 de marzo en el que Rodrigo llegó e hizo reír a todos. Ya pasó un año de aquellos abrazos del Negro Baltazar con sus compañeros de lucha. Están todos juntos, están bien.

lunes, 13 de marzo de 2017

No la soñó


Suena el despertador 4.30 de la mañana del sábado. El tipo se levanta, pasa a buscar a sus amigos, llega al lugar acordado para subir a la combi y parte con más de diez amigos rumbo a Olavarría. El tipo hace una semana venía pensando una crónica sobre lo que iba a vivir el sábado a la noche. El tipo pensaba en contar lo que caminaría, en narrar cómo fue el recital, en recordar cada instante con sus amigos. El tipo nunca tuvo en mente escribir lo que ahora escribe.

El tipo llegó cerca de las 2 de la tarde a Olavarría y seguía pensando ideas de cómo sería la crónica que venía soñando hace una semana. El tipo, como otros miles de tipos, se disponía a vivir y sentir un nuevo show del Indio Solari. El tipo junto a sus amigos comenzó la caminata rumbo al campo La Colmena bajo una lluvia que a mitad de camino cesó. Ingresó al predio alrededor de las 7 de la tarde, lo palparon y le cortaron la entrada. El tipo horas más tarde leería y escucharía que en algunos casos eso no sucedió.  

Pasaron tres horas, las luces se apagaron, se encendieron los miles y miles de celulares, la imagen de todo el predio iluminado por los aparatos se replicaba en las pantallas y el Indio con campera y gorra roja salió al escenario para abrir con el tema ‘Barba azul’. El tipo seguía pensando en su crónica, pero no sabía que eso no sería relevante. Ni ‘Porco Rex’ que siguió ni ‘Ropa sucia’ que fue el último tema de lo que fue el recital. Lo que sucedió después de ese inicio fueron pausas, preguntas, dudas y más dudas. ‘Qué pasa ahí? Dónde está Defensa Civil?’ decía el Indio y se replicaba en las 15 torres de sonido. El tipo ya sabía que su crónica no sería lo que venía pensando hace una semana. El tipo hablaba con los que tenía alrededor y todos decían ‘algo pasó o tiene miedo que pase algo’. El tipo y los que estaban con él no sabían en ese momento lo que se enterarían horas más tarde. Ni se lo imaginaba.

Las pausas fueron bastantes. En cada una se escuchaba la voz del Indio, a veces hablando con el público, a veces hablando con gente del escenario. ‘Ya no estoy para esto. Y no vengan con banderazos’. El Indio ya daba mensajes que el tipo resignificaría más tarde. El tipo por momentos dejaba de pensar en su crónica, la cual ya no tenía eje ni sabía cómo sería.

El tipo volvió a pensar en su crónica cuando el Indio habló de las Abuelas de Plaza de Mayo. ‘Si tienen alrededor de 40 años y tienen dudas sobre su identidad, acérquense a Abuelas, ellas no se van a apropiar de ustedes’. Y luego un mensaje sobre la edad de punibilidad. ‘Es una locura lo que quieren hacer. El Estado debe ser social antes que penal’. Pero no, eso tampoco sería importante en la crónica. No lo sabía en ese instante el tipo.

Tampoco sabía que ya no importaba la lista de canciones. Que ‘Todo preso es político’, que ‘Nuestro amo juega al esclavo’, que nada más importaba. Ni el sorprendente final en el que después de ‘Ji Ji Ji’ sonó ‘Mi perro dinamita’. El tipo no lo sabía ni lo suponía. Intuía junto a sus amigos que el Indio estaba raro, que algo había pasado. Pero nunca imaginó lo peor.

El tipo salió caminando junto a sus amigos en esa marea de gente que salió por el mismo lugar por el que ingresó. El tipo no negó horas más tarde que la salida fue muy desorganizada. Caminó hasta la combi el tipo y ahí se terminó de encontrar con todos sus amigos. Las primeras palabras fueron de cómo vivió cada uno el recital, de las canciones, de cómo sintió cada uno al Indio. Hasta que llegó el primer mensaje a las 4 de la mañana. ‘Están bien? Hubo muertos en el show?’ Lo que empezó después de ese mensaje no tiene ninguna relación con la crónica que el tipo soñaba hace una semana.

Lo que vino después corresponde a lo que era sin duda el eje de la crónica que ahora debía escribir el tipo. Nada de lo que había pensado importaba. O tal vez sí, pero no ahora. El tipo se enteró que hubo dos muertos y eso había que escribirlo. El tipo leyó que algunos medios publicaron con total impunidad que hubo 7 o 10 muertos y eso también había que contarlo. El tipo siguió escuchando, viendo y leyendo cómo actuaban los medios y eso también había que narrarlo. El tipo leyó muchas horas más tarde que uno de los dos muertos se llamaba Juan Francisco Bulacio. Leyó que un medio escribió ‘la segunda víctima se llama Bulacio, como Walter Bulacio que murió en el recital de Los Redondos en Obras’. El tipo sabía que a Walter lo mató la policía. El tipo había cantado la noche del sábado que ‘violencia es mentir’.

El tipo leía y veía en diferentes medios que replicaban un comunicado del Indio Solari en el que expresaba que ‘los medios vendían pescado podrido’ y agregaban que el Indio no habló de los dos muertos. El tipo entró a las publicaciones y vio que hubo otra en la que confirmaba las dos muertes y su acompañamiento a la familia. Esa publicación el tipo no la leyó ni la vio en esos diferentes medios que se unieron en contra de quien los criticaba. El tipo entendió una vez más que el corporativismo de los medios de comunicación no discrimina líneas editoriales, en esa lucha están todos juntos.

El tipo siguió escuchando, siguió leyendo, siguió viendo. El tipo, muy lejos de aquel despertador del sábado a la madrugada, piensa que se deben buscar los responsables, que una vez más la ausencia del Estado es un jugador principal, que los empresarios sólo van en busca de la plata sin importar la gente, que los medios dan asco, que las Abuelas siguen buscando nietos, que tenemos que estar atentos cuando debatan sobre la edad de punibilidad, que el Estado debe ser social, otra vez volvió a pensar que los medios le dan cada día más asco. El tipo pensó ahora esta crónica, que no la había soñado nunca.   

miércoles, 8 de marzo de 2017

Superhéroes



‘Los superhéroes son todos hombres, no existen superhéroes mujeres’, le sentenció él a ella aquel 8 de marzo en los primeros días de clase. Con escasos nueve años, ella nunca había percatado ese detalle. O sí. Pero las imposiciones de la sociedad de aquel entonces y naturalidades de ciertas cuestiones le impedían reparar en ese mensaje: no había superhéroes mujeres. Él le enumeró tantísimos nombres de personajes. Ese 8 de marzo, en esa escuela, ella tuvo su primera gran pregunta: ¿Hay superhéroes mujeres?
Llegó a su casa y, sin decir hola ni contar cómo le fue en la escuela, le consultó a su madre sobre su gran interrogante. Su madre, contenta y sorprendida por la pregunta, le respondió: ‘la respuesta está siempre en la historia y en los libros, hija’. La hija, un poco indignada porque esperaba una respuesta concreta de parte de su madre, un poco curiosa por indagar sobre el tema, fue a donde le dijeron, fue a la historia y a los libros.

A veces los dibujos o las pinturas acercan a los más chicos a los libros. Y fue por ese rumbo en el que se sumergió ella. Fue ahí, en los libros y las pinturas, que conoció a Frida Kahlo, una pintora mexicana que supo sobrepasar las barreras que imponían las sociedades contra las mujeres. ‘Pies, ¿para qué los quiero si tengo alas pa’ volar?’, leyó. Frida, como esos superhéroes, volaba y hacía volar.

Pasaba hojas y hojas y ella empezaba a responderse su primer gran interrogante. Encontraba en cada línea una nueva superhéroe. Y pensaba también en lo poco reconocidas que eran las superhéroes mujeres. Encontró también que hubo una etapa en la Argentina en que Madres y Abuelas luchaban por encontrar a sus hijos y nietos secuestrados por la más oscuras de las dictaduras. Leyó que caminaban vueltas y vueltas sin cesar en Plaza de Mayo soñando encontrarlos. Leyó también que actualmente las Abuelas siguen luchando como superhéroes y ya van más de cien nietos recuperados.

También conoció a Rigoberta Menchú, una líder indígena de Guatemala y una gran luchadora por los Derechos Humanos. En 1992, Rigoberta recibió el Premio Nobel de la Paz, aunque ese premio no la convertía en mejor o peor militante. ‘Este mundo no va a cambiar a menos que estemos dispuestos a cambiar nosotros mismos’, decía Rigoberta, una verdadera superhéroe.

A la pequeña niña de escasos nueve años le gusta también el deporte. Acaso otro mundo sometido a las autoridades machistas mundiales. En su búsqueda se encontró con Nadia Comaneci, una gimnasta rumana. Leyó y después de leer lo vio cómo Nadia con catorce años iluminó los ojos de mujeres y hombres en los Juegos Olímpicos de 1976 logrando la puntuación perfecta en gimnasia. Los jueces, entre ellos seguramente hombres, no dudaron en la calificación. Habían visto una superhéroe.

Años más tarde descubrió en la literatura del escritor uruguayo Eduardo Galeano mucho más sobre las mujeres: ‘Ninguno, ninguno, ni el más macho de los supermachos tiene la valentía de confesar ‘la maté por miedo’, porque al fin y al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo’.

Este 8 de marzo ella con muchos más años que esos escasos nueve años recuerda aquella afirmación de su compañero de escuela: ‘no existen superhéroes mujeres’. Para ella no fue una afirmación, fue su primera gran pregunta. La respuesta, como siempre, estuvo y está en la historia y en los libros. Este 8 de marzo ella marcha junto a miles y miles de mujeres luchando por los derechos, por la igualdad y por una sociedad más justa. Ella, como miles de mujeres más, es una superhéroe.

domingo, 15 de enero de 2017

Goles de invierno



El invierno de 1987 fue diferente a todos los inviernos anteriores al de 1987 y a todos los inviernos posteriores al de 1987. En Nápoles, Italia, ese invierno se llenó de goles y de sonrisas. O sea de fútbol y de historias. Ese invierno fue para muchos el invierno más glorioso de los inviernos. Ese invierno, al sur de Italia, fue mágico.

Francisco había viajado a Europa los primeros días de enero de 1987. Luego de pasar año nuevo con su familia en Buenos Aires, partió rumbo al viejo continente en busca de nuevas historias. Un breve paso por España primero, para después arribar a Italia. El frío romano era igual al de todos los inviernos anteriores a ese invierno de 1987. Después de pasear unos días por Roma, comenzó a recorrer otras ciudades italianas. El sur fue el primer destino. Nápoles.

Diego Maradona llenaba las gargantas de gritos de gol e invitaba a ilusionar al Nápoli. Francisco no dudo un momento desde su llegada a la ciudad y buscó conseguir una entrada para ir a San Paolo, la cancha de Nápoli. Logró lo propuesto y mientras esperaba el día para ver a Diego, paseó por la costanera de la ciudad, probó la autóctona pizza napolitana y caminó por las calles llenas de ropa tendida.

Ese día Nápoli le ganó 3 a 0 al Ascoli. Y aunque Diego no hizo ningún gol, para Francisco ese día fue diferente a todos los días de ese invierno de 1987. Ese día, en esa cancha, los ojos de Francisco se llenaron de goles y sonrisas cuando vio por primera vez a Gina, una joven italiana, hincha de Nápoli. Gina seguía al club de la ciudad desde muy chica y ya de adolescente lo hacía sola. Hablaron durante todo el partido y se abrazaron como nunca en los tres goles de Nápoli.

Maradona, Gina y la encantadora Nápoles hicieron que Francisco se quede unos días más en la ciudad antes de seguir con su viaje por Europa. Siete días después Nápoli volvió a jugar de local y Gina y Francisco fueron juntos a la cancha. Nápoli volvió a ganar. El frío invierno se calentaba con goles y cánticos. “Omma, mamma, mamma, o mamma mamma, mamma ¿sai perché mi batte il cuore? Ho visto Maradona, ho visto Maradona, eh, mamma, innamorato son (oh mamá ¿Sabes porque me late el corazón? He visto a Maradona, he visto a Maradona, oh, mamá, enamorado estoy)” cantaba Francisco mientras miraba a los ojos a Gina, su Maradona.

Francisco se despidió con un hasta luego de Gina y siguió su recorrido por Europa. Tras meses de viajes y más viajes, Francisco volvió por mayo al sur de Italia. Junto a Gina vivieron el primer campeonato que ganó el Nápoli. Maradona los juntó aquel partido contra el Ascoli y nunca más se separaron.

Pasaron treinta años de ese invierno de 1987 y Maradona volvió a la ciudad. Como hace treinta años revoluciona Nápoles cada vez que va. En esta oportunidad, es para representar una obra sobre su carrera llamada “Tres veces 10”. Después de treinta años, Francisco y Gina también volvieron a Nápoles. Pero esta vez sacaron tres entradas para la obra. Una más para su hijo. Se llama Diego.