domingo, 15 de enero de 2017

Goles de invierno



El invierno de 1987 fue diferente a todos los inviernos anteriores al de 1987 y a todos los inviernos posteriores al de 1987. En Nápoles, Italia, ese invierno se llenó de goles y de sonrisas. O sea de fútbol y de historias. Ese invierno fue para muchos el invierno más glorioso de los inviernos. Ese invierno, al sur de Italia, fue mágico.

Francisco había viajado a Europa los primeros días de enero de 1987. Luego de pasar año nuevo con su familia en Buenos Aires, partió rumbo al viejo continente en busca de nuevas historias. Un breve paso por España primero, para después arribar a Italia. El frío romano era igual al de todos los inviernos anteriores a ese invierno de 1987. Después de pasear unos días por Roma, comenzó a recorrer otras ciudades italianas. El sur fue el primer destino. Nápoles.

Diego Maradona llenaba las gargantas de gritos de gol e invitaba a ilusionar al Nápoli. Francisco no dudo un momento desde su llegada a la ciudad y buscó conseguir una entrada para ir a San Paolo, la cancha de Nápoli. Logró lo propuesto y mientras esperaba el día para ver a Diego, paseó por la costanera de la ciudad, probó la autóctona pizza napolitana y caminó por las calles llenas de ropa tendida.

Ese día Nápoli le ganó 3 a 0 al Ascoli. Y aunque Diego no hizo ningún gol, para Francisco ese día fue diferente a todos los días de ese invierno de 1987. Ese día, en esa cancha, los ojos de Francisco se llenaron de goles y sonrisas cuando vio por primera vez a Gina, una joven italiana, hincha de Nápoli. Gina seguía al club de la ciudad desde muy chica y ya de adolescente lo hacía sola. Hablaron durante todo el partido y se abrazaron como nunca en los tres goles de Nápoli.

Maradona, Gina y la encantadora Nápoles hicieron que Francisco se quede unos días más en la ciudad antes de seguir con su viaje por Europa. Siete días después Nápoli volvió a jugar de local y Gina y Francisco fueron juntos a la cancha. Nápoli volvió a ganar. El frío invierno se calentaba con goles y cánticos. “Omma, mamma, mamma, o mamma mamma, mamma ¿sai perché mi batte il cuore? Ho visto Maradona, ho visto Maradona, eh, mamma, innamorato son (oh mamá ¿Sabes porque me late el corazón? He visto a Maradona, he visto a Maradona, oh, mamá, enamorado estoy)” cantaba Francisco mientras miraba a los ojos a Gina, su Maradona.

Francisco se despidió con un hasta luego de Gina y siguió su recorrido por Europa. Tras meses de viajes y más viajes, Francisco volvió por mayo al sur de Italia. Junto a Gina vivieron el primer campeonato que ganó el Nápoli. Maradona los juntó aquel partido contra el Ascoli y nunca más se separaron.

Pasaron treinta años de ese invierno de 1987 y Maradona volvió a la ciudad. Como hace treinta años revoluciona Nápoles cada vez que va. En esta oportunidad, es para representar una obra sobre su carrera llamada “Tres veces 10”. Después de treinta años, Francisco y Gina también volvieron a Nápoles. Pero esta vez sacaron tres entradas para la obra. Una más para su hijo. Se llama Diego.