jueves, 20 de octubre de 2016

A primera vista



Mientras esperaba para ver aquel Argentinos Juniors – Talleres del 20 de octubre de 1976, Pedro tomaba un café en un bar de la esquina de Juan B. Justo y Boyacá o en algunas de las esquinas porteñas cercanas a la cancha de Argentinos. Restaban pocos minutos para el comienzo del partido y ya Pedro llamaba al mozo para que le cobre, cuando las puertas del bar se abrieron y entró ella, morocha, radiante y con una sonrisa que iluminaba ese miércoles primaveral de octubre. Pedro la vio como nadie la vio ese día y todos los días que antecedieron y siguieron a ese día. Pedro la vio a ella como nunca había visto a una mujer. Era un amor a primera vista. Pero el fútbol y aquel Argentinos – Talleres impidieron que Pedro se arrime a su mesa, por lo que pagó su café y se dirigió rumbo a la cancha.

El estadio estaba repleto. Tantísimos cordobeses habían viajado para ver a Talleres. El Hacha Ludueña llenaba las gargantas de gol de esos cordobeses, convirtiendo el 1 - 0. En la semana, el técnico de Argentinos Juan Carlos Montes se había acercado en el entrenamiento al quinceañero Diego Maradona para decirle que se prepare, que iba al banco de Primera. Corrió  Diego hasta su casa. “’Mamita, mamita’ se acercó gritando; la madre extrañada dejo el piletón; y el pibe le dijo riendo y llorando: ‘El club me ha mandado hoy la citación’, escribió para siempre y para todos Reinaldo Yiso. Don Diego y Doña Tota reían y lloraban de la emoción.

Pedro observaba desde una de las tribunas de ese estadio ya viejo de la Paternal. Montes lo miró desafiante a Diego y él, a diez días de cumplir dieciséis años, le mantuvo firme la mirada. “Vaya, Diego, juegue como usted sabe... Y si puede, tire un caño”, le indicó Montes.

Hay historias que tienen principio y tienen final. Otras que sólo finales, o sólo principios. Ese día empezaba la historia entre las historias de fútbol. Empezaban risas y lágrimas. Diego entró a la cancha y a los corazones de todos. Recibió la pelota y dibujó un caño entre las piernas de Juan Domingo Cabrera grabado en las retinas de todas las personas que habían colmado la cancha. Pedro, sentado y angustiado todavía por no haberle podido hablar a ella, la morocha radiante y sonriente del bar, miró a Diego y río. Miró el caño y aplaudió. Miró y entendió: eso era un amor a primera vista.

Habían pasado dos semanas y Pedro volvió a pedir un café en el bar de la esquina de Juan B. Justo y Boyacá o en alguna otra esquina cercana a la cancha de Argentinos esperando ir nuevamente a la cancha. Faltaba para el comienzo del partido, cuando volvió a entrar ella, morocha, radiante y sonriente. Pedro la vio como la vio aquel 20 de octubre de 1976 minutos antes del debut de Maradona. Ella, única y mágica. Ella, moracha y radiante, tenía puesta la camiseta de Argentinos Juniors y en su espalda un número brillaba. Era el dieciséis que usaba Maradona. Pedro la vio y le regaló sonrisas, las mismas que le regalaría a Diego por años y años. Esta noche Pedro festejará junto a ella los 40 años del debut de Maradona. En dos semanas, ella y Pedro festejarán 40 años de amor, sonrisas, lágrimas, caños y goles juntos. 40 años de amores a primera vista. 

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