jueves, 22 de junio de 2017

Una clase de 10



La primera vez que la profesora de literatura de séptimo año tuvo que dar clases un 22 de junio no entendía por qué los estudiantes no le prestaban su deseada atención. Una hora buscando y buscando diferentes enfoques para atrapar a sus alumnos en el tema que correspondía a esa clase: escritores latinoamericanos. Llegó la hora del recreo y observó el comportamiento de los chicos. No lograba entender en torno a qué giraba la distracción de ellos. Hasta que oyó fuerte y a lo lejos a uno de ellos relatar el segundo gol de Diego Maradona a los ingleses el 22 de junio de 1986 en el Mundial de México. La profesora sin dudar ya ideaba cómo encarar su segunda hora de clase.

Sonó nuevamente el timbre y el aula los reunió. La profesora de literatura de séptimo año sacó un ejemplar de “Los hijos de los días” del escritor uruguayo Eduardo Galeano. Buscó el día 13 de julio y leyó “El gol del siglo”. El 13 de julio de 2002, cuenta Galeano, el segundo gol de Maradona a los ingleses fue elegido el mejor gol del siglo XX. “Ésa fue la última imagen del mundo que vio Manuel Alba Olivares. Él tenía once años, y en ese mágico momento los ojos se le apagaron para siempre. Ha guardado el gol intacto en su memoria, y lo relata mejor que los mejores locutores. Desde entonces, para ver fútbol y otras cosas no tan importantes, Manuel pide prestados los ojos de sus amigos”. Los alumnos de aquel séptimo año leyeron las 365 páginas de “Los hijos de los días”.

La segunda vez que la profesora de literatura de séptimo año tuvo que dar clases un 22 de junio no recordaba esa primera vez que no conseguía contagiar la literatura latinoamericana en sus estudiantes. Esta segunda vez coincidió el 22 de junio con el tema escritores y dibujantes. Y aunque el humor de los dibujantes a veces facilita el aprendizaje, los chicos de ese séptimo año seguían desoyendo las enseñanzas de la profesora. Luego del recreo y luego de recordar aquel primer 22 de junio en el que Maradona y Galeano tiraron paredes en su aula para conocer a los escritores latinoamericanos, esta vez la profesora de séptimo hizo jugar a Roberto Fontanarrosa con Diego. En esta ocasión les leyó “Aquel gol a los ingleses” en el que en una parte el Negro Fontanarrosa sintetiza: “Y entonces, Diego, mientras cae sacudido por el trancazo postrer del último pirata, mientras imagina el rictus amargo de la Thatcher mirando la TV allá en su reino, le da a la pelota un empujón cordial con el empeine, bien rastrero, y le dice ‘metete allá’, entre las redes, antes de caer sintiendo el gusto verde del césped entre los labios. Y es cuando muchos, casi todos, digamos todos, pensamos que no se equivocó nunca, pero nunca jamás, a lo largo de toda la jugada”. Los chicos ese día fueron en busca de más y más cuentos del Negro Fontanarrosa.

La tercera vez que la profesora de literatura de séptimo año tuvo que dar clases un 22 de junio fue el jueves 22 de junio de 2012. En esta oportunidad, no esperó a que suene el timbre del recreo para entender qué era lo que estaba sucediendo. Los estudiantes seguían pensando como todos los 22 de junio en lo que dibujó Maradona para toda la eternidad en 1986 en el Estadio Azteca. A la media hora de clase, buscó rápidamente el cuento “Maradona si, Galtieri no” de Osvaldo Soriano. Solamente bastó leer el primer párrafo para que los chicos recuerden lo que habían estudiando el 2 de abril a 30 años de la Guerra de Malvinas y se interesen por más y más historias. “Cuando Diego Maradona saltó frente al arquero Shilton y le pasó la pelota con una mano por encima de la cabeza, el concejal Louis Clifton tuvo su primer desmayo en las Malvinas. El segundo, más prolongado, ocurrió cuando Diego dribleó a media docena de ingleses y consiguió el segundo gol de Argentina. Afuera un viento helado barría las desiertas calles e Port Stanley y las tropas británicas estaban en el cuartel oyendo, azoradas, cómo el pequeño diablo del Nápoli les arruinaba el festejo del cuarto aniversario de la reconquista de los que ellos llaman las Falkland”.

Este jueves 22 de junio de 2017 la profesora de séptimo año recordó mucho antes de sus alumnos que día era. Escribió en el pizarrón “Me van a tener que disculpar”. Y le leyó a sus estudiantes: “Así que señores, lo lamento. Pero no me jodan con que lo mida con la misma vara con la que se supone debo juzgar a los demás mortales. Porque yo le debo esos dos goles a Inglaterra. Y el único modo que tengo de agradecérselo es dejarlo en paz con sus cosas. Porque ya que el tiempo cometió la estupidez de seguir transcurriendo, ya que optó por acumular un montón de presentes vulgares encima de ese presente perfecto, al menos yo debo tener la honestidad de recordarlo para toda la vida. Yo conservo el deber de la memoria”. Y agregó: “Es un fragmento de ´Me van a tener que disculpar´, el cuento de Eduardo Sacheri. Hoy, chicos, la clase es sobre Maradona”. 

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